En los últimos tiempos las imágenes de inundaciones abundan. Escenas de clima severo en los pueblos de California, deslizamientos en carreteras andinas, cadenas de suministro interrumpidas, familias en albergues temporales, campos anegados. En otras imágenes, el Great Salt Lake secándose, sus lodos secos emiten enormes cantidades de partículas tóxicas. En Brasil, pescadores intentan retirar sus redes en hilitos de río luego de la construcción de enormes represas. Años de cultura y hábitat perdidos.  En la retórica popular, las inundaciones se presentan como eventos que deterioran las ciudades y que en ocasiones son sinónimo de pobreza y de abandono de los territorios, ignorando la importancia que han tenido los cuerpos hídricos y sus dinámicas para el desarrollo de los asentamientos de todas las civilizaciones a lo largo de la historia.

Aunque es evidente que se han incrementado estos eventos climáticos extremos, hay prácticas relacionadas con el uso de las aguas que se han exacerbado en los últimos años y que han generado cambios en las dinámicas hidro-sociales. Las aguas de los territorios anfibios se derivan para las ciudades, la agricultura, la industria, y su gestión está sometida al mantenimiento de esos usos. La relación con las aguas es pragmática y, por tanto, las soluciones también, sectoriales y de corto plazo. Lo que se plantea en esta investigación es debatir sobre las diversas formas de dialogar, terraformar y habitar los territorios anfibios, a partir de una exploración de lo público, de los sitios de encuentro y producción colectiva, buscando narrativas para un futuro más próspero. A partir de una investigación basada en artes, se busca poner en valor las vivencias, memorias y prácticas del día a día en los territorios anfibios como maneras de adaptarse y contrarrestar los poderes territoriales que buscan homogenizar una sóla visión del mundo.